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La Ilíada, Ensayo. Capítulo VI


Introducción

Para la antigua Grecia, los doce dioses olímpicos, caracterizados por poseer el don de la inmortalidad y una fuerza e inteligencia superior a la humana, eran los seres más justos, puesto que castigaban la conducta infame, a veces con más crueldad que los seres humanos.

La Ilíada es el poema épico más antiguo de la literatura occidental. Fue compuesta por Homero, él relata los continuos acosos de Troya por parte de los aqueos para salvar a Helena, esposa del rey Menelao, quien fue secuestrada por Paris, un príncipe perteneciente a Troya. A raíz de este suceso, los aqueos y troyanos empiezan a tener una rivalidad que finalmente se convierte en una guerra. Todo esto ocurrido, según teorías, en el siglo XII a.C. Es un canto en el que se glorifica la guerra y se hace celebración a la victoria de los aqueos sobre Troya. Está dividido en 24 cantos nombrados por una letra del alfabeto griego, en este caso, hablaremos sobre el canto seis.

Desarrollo

Canto VI

El canto empieza describiendo detalles sobre la guerra y las acciones que los guerreros hacían para darle a sus respectivos pueblos la victoria.

1.“Quedaron solos en la batalla horrenda teucros y aqueos, que se arrojaban unos a otras broncíneas lanzas, y la pelea se extendía, acá y allá de la llanura, entre las corrientes del Símois y del Janto.

En el mismo suceso de la guerra, Ayante Telemonio (Héroe de la mitología griega) hiere de muerte a Acamante (Hijo de Eusoro) al romper la formación defensiva de Troya, apareciendo la aurora de la salvación entre los suyos. En este mismo momento, Diomedes (Héroe griego que combatió en la guerra de Troya), mata a Axilo Teutramida y a su escudero, Calesio.

Todo esto ocurre mientras Héctor (Príncipe troyano encargado de la defensa de la ciudad en la guerra) viaja a Troya a pedido de Heleno (Príncipe de troya, hermano de Héctor) para ordenarle a su madre, y a todas las mujeres troyanas en general, que vayan al templo de la diosa Atenea para hacerle una ofrenda y los ayude durante la guerra.

5. “Y tú, Héctor, ve a la ciudad y di a nuestra madre que llame a las venerables matronas; vaya con ellas al templo dedicado a Atenea, la de los brillantes ojos, en la acrópolis; abra la puerta del sacro recinto; ponga sobre las rodillas de la deidad, de hermosa cabellera, el peplo que mayor sea, más lindo le parezca y más aprecie de cuantos haya en el palacio, y le vote sacrificar en el templo doce vacas de un año, no sujetas aún al yugo, si apiadándose de la ciudad y de las esposas y niños de los troyanos, aparta de la sagrada Ilión al hijo de Tideo, feroz guerrero, cuya braveza causa nuestra derrota y a quien tengo por el más esforzado de los aqueos todos.”

(32) Antíloco Nestórida mató con la pica reluciente a Ablero. Agamemnón mató a Elato a orillas del Sátniois. El héroe Leito a Fílaco mientras huía; Eurípilo, a Melantio.

En el campo de guerra, Menelao (Líder de las tropas aqueas) toma a Adrasto (Caudillo troyano, hijo de Mérope) que cayó al suelo ante la huida de sus caballos. El líder de tropas empieza a caminar hacia él, y ante el miedo de morir, Adrastro empieza a suplicar por su vida, abrazando las rodillas ajenas, haciendo que el corazón de Menelao se enterneciera, y, además, se sentía tentado ante la recompensa que se le ofrecía, sin embargo, ante la llegado de Agamenón (Uno de los héroes más distinguidos de la mitología griega) se convenció de matarlo.


46. “Hazme prisionero Atrida y recibirás digno rescate. Muchas cosas de valor tienen mi opulento padre en casa: bronce, oro, hierro labrado; con ellas te pagaría inmenso rescate, si supiera que estoy vivo en las naves aqueas.”

51. Dijo Adrasto, y le conmovió el corazón. E iba Menelao a ponerle en manos del escudero, para que lo llevara a las veleras naves aqueas, cuando Agamemnón corrió a su encuentro y le increpó diciendo:

55. “¡Ah, bondadoso! ¡Ah, Menelao! ¿Por qué así te apiadas de los hombres? ¡Excelentes cosas hicieron los troyanos en tu palacio! Que ninguno de los que caigan en nuestras manos se libre de tener nefanda muerte, ni siquiera el que la madre lleve en el vientre, ¡ni ése escape! ¡Perezcan todos los de Ilión, sin que sepultura alcancen ni memoria dejen!”

61. Así diciendo, cambió la mente de su hermano con la oportuna exhortación. Repelió Menelao al héroe Adrasto, que herido en el ijar por el rey Agamemnón, cayó de espaldas. El Atrida le puso el pie en el pecho y le arrancó la lanza.

Mientras estaban en la guerra, Néstor (rey de Pilos, el más anciano y sabio de los aqueos que combatieron en Troya.) apoyaba a los argivos (habitantes de Argos) dando gritos de guerra, que los hacía sentir con valentía y fuerza. Y justo cuando los teucros pensaban en entrar en Ilión por los acosos de los aqueos y derrotados por la cobardía, Heleno se presentó a Eneas y a Héctor para decirles que no se rindieran, puesto que Héctor estaba en la ciudad dando las órdenes que él mandó.

77. ¡Eneas y Héctor! Ya que el peso de la batalla gravita principalmente sobre vosotros entre los troyanos y los licios, porque sois los primeros en toda empresa, ora se trate de combatir, ora de razonar, quedaos aquí, recorred las filas, y detened a los guerreros antes que se encaminen a las puertas, caigan huyendo en brazos de las mujeres y sea motivo de gozo para los enemigos. Cuando hayáis reanimado todas las falanges, nosotros, aunque estamos abatidos, pelearemos con los dañaos porque la necesidad nos apremia. Y tú, Héctor, ve a la ciudad y di a nuestra madre que llame a las venerables matronas; vaya con ellas al templo dedicado a Atenea, la de los brillantes ojos, en la acrópolis; abra la puerta del sacro recinto; ponga sobre las rodillas de la deidad, de hermosa cabellera, el peplo que mayor sea, más lindo le parezca y más aprecie de cuantos haya en el palacio, y le vote sacrificar en el templo doce vacas de un año, no sujetas aún al yugo, si apiadándose de la ciudad y de las esposas y niños de los troyanos, aparta de la sagrada Ilión al hijo de Tideo, feroz guerrero, cuya braveza causa nuestra derrota y a quien tengo por el más esforzado de los aqueos todos. Nunca temimos tanto ni al mismo Aquileo, príncipe de hombres que es, según dicen, hijo de una diosa. Con gran furia se mueve el hijo de Tideo y en valentía nadie con él se iguala.

Tras la salida de Héctor, Glauco y Diomedes fueron al espacio que mediaba entre ambos ejércitos deseosos de combatir. Cuando estuvieron cara a cara, Diomedes le pregunta si es un ser inmortal para evitar la lucha contra él, o si es un ser mortal para llevarlo a su futuro trágico directamente. Glauco, aunque le interroga el por qué pregunta tanto, le termina confesando su linaje, su padre es Hipóloco, es primo de Sarpedón y es nieto de Belerofonte. Tras la confesión de su origen, ambos comprenden que sus antepasados se ayudaron entre sí, e incluso hicieron un pacto de hospitalidad, pacto que ellos no podían romper, si no que debían respetar, por ello, prefieren evitar la pelea y deciden estrechar sus manos en son de paz, e intercambian sus armas.

Cuando Héctor finalmente está en la ciudad, suceden cuatro encuentros importantes:

1. Con las esposas de los guerreros cuando entra a la ciudad, éstas empiezan a preguntar por sus esposos, sin embargo, Héctor solo las invita a orar y que den como ofrenda el mejor peplo de toda Atenea para así poder matar a Tidida Diomedes, un guerrero griego, que estaba ocasionando pérdidas masivas a los teucros. (Canto 137)

2. El encuentro con su madre, Hécuba, quién le expresa su odio hacia los troyanos, los critica diciendo "Sin duda los aqueos, ¡Aborrecido nombre!", esto lo dice a raíz de la muerte de sus hijos y yernos, y la caída de su reino. Héctor se desahoga con su madre, sabiendo que ella es la persona indicada, pues es el símbolo de confianza, y sabe que no importa lo que diga, nadie más lo sabrá, así que le confiesa que, en su pensamiento, Paris no valora a Helena y que es un cobarde por no luchar. En este párrafo se deja ver que su madre sabía que algo malo le iba a pasar. (Canto 254)

3. Con Paris, su hermano y su cuñada, Helena, mientras iba a su palacio. Aquí Héctor cuestiona su hermano por no estar haciendo nada mientras puede estar ayudando en la guerra, ante esto, Paris decide ir igualmente a luchar. Helena intenta impedirlo por temor a que lo maten, y reconoce que la guerra es su culpa, puesto que, al escaparse con el príncipe troyano, Paris, estando casada con Menelao, rey de Esparta, provocó la guerra, sin embargo, aún con esta confesión, es ignorada. (Canto 332)

4. El cuarto encuentro es con su esposa Andrómaca y su pequeño hijo en la muralla. Ella le pide que se retire de la guerra para evitar su muerte y su viudez, puesto que ya había experimentado el sufrimiento de pérdida por parte de sus padres y hermanos a manos de los griegos, y, porque ya tenía un niño que no podía simplemente abandonar. Él contesta que, incluso si no quisiera ir, debe hacerlo por su honor y porque es su deber. Como petición, Héctor le pide que no llore ante su muerte, pues eso la haría, a ella y a su hijo, presas de los griegos. Tras varios intentos, Héctor sujeta a su niño por última vez y, dándole un beso en su cabeza, se despide de ambos para se marcha a la guerra, dejando a su esposa lamentándose ante el final inevitable de su esposo: La muerte.

Conclusión

Como conclusión, el canto VI se concentra mayormente en la entrada de Héctor a la ciudad (Bajo las órdenes de Heleno), puesto que este capítulo trató más de invadir nuestras emociones. Hay muchos personajes que mueren (Acamante, Axilo Teutránida, Ablero, etc.), existen personajes que se reconcilian reforzando los valores de respeto ante un pacto de sus antepasados (Glauco y Diomedes), sin embargo, la parte más importante de este canto es el encuentro de Héctor y su esposa Andrómaca, junto con su pequeño hijo, Astianacte, pues ambos saben que será la última vez que se vean, representando el destino inevitable de la muerte, convirtiéndolo en un momento triste, considerando que Andrómaca ya había perdido a muchos familiares le rogó que no la dejara a ella y a su hijo, sin embargo, vuelven a reforzar los valores de responsabilidad cuando Héctor decide volver a la guerra a luchar por su pueblo.







 

 


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